- agosto 29, 2017
- MORROPON
“EL BOLA EN NADA”
Los churres crecíamos, algunos más
rápido que otros, el Néstor era el más alto, Nacho era el más gordo y la
“Nerieda” decía que yo estaba enamorado de la “Maricuchi”… llegaban las
vacaciones y todos a jugar, habían llegado las “primas” de Nacho, vivían en la
selva y la “mancha de churres” se hizo más grande, no había Internet, no habían
celulares ni Ipods, ni nintendos ni menos play station, así que los juegos de
ese tiempo eran y serán los más maravillosos, los más inocentes, los más
divertidos, esos eran juegos, donde te revolcabas a más no poder, corrías por
toda la cuadra y te escondías tras los “horcones” o palos que sostenían los
techos de teja o tras el laurel de la Sra Claudia, llegábamos a la casa todos
sucios y seguro que las mamás a todos nos decían lo mismo: “ya mañana no
sales”… al otro día el Nestor ya estaba llamando a todos a salir a jugar y el
problema, solo era decidir que jugar, no importaba que edad o que tamaño
tenías, todos jugaban. La prima de Nacho era la mamá gallina y Nacho era el
“gavilan” y todos los churres nos prendíamos de la cintura de la prima de
Nacho, era como un trencito y al grito del gavilán, todos corríamos tras la
mamá gallina y sin soltarnos; era una “gran bulla”, todos emocionados,
temerosos, felices y aterrados cuando el gavilán nos llevaba, entonces, todos
corríamos al rescate del pollito secuestrado… cuando ya nos aburríamos de ese
juego tocaba a las “ollitas” aunque ese juego era más para las “mujercitas”,
pero igual nos obligaban a jugar, de lo contrario no jugarían a la “rechepa”,
siempre las mujeres caprichosas y bueno sin mujeres no se podía jugar a la
“rechepa”… si no era el juego de las “ollitas” era el de la sortija, con ese
estribillo: “la sortija que me diste fue de azúcar, se quemó… toma la sortija,
toma la sortija” y había que pasar la sortija por nuestras espaldas a la mano
del compañero, el que se quedaba con la sortija al terminar la canción tenía un
castigo…no faltaban los tramposos que te “aventaban” la sortija o te obligaban
a cogerla… pero el juego, juego era… y ahora si a jugar a la “rechepa”, decían
que la “rechepa” solo jugaban los más grandes, los más churres se tenían que
contentar mirando, entonces se dividían en dos grupos: las mujeres un grupo y
los varones otro, luego de tirar la moneda se determinaba el turno entonces, o
las mujeres perseguían a los varones o los varones a las mujeres uno a cada una
y donde la alcanzaba ahí se detenían, entonces ahí venia lo bueno… porque uno
siempre seguía a la chica que ,más te gustaba y si la alcanzabas en la esquina
o en el callejón… ya se imaginan… la cogía de las dos manos para que no se
escape…pero en ese tiempo no había tanta malicia, dicen que éramos más
inocentes…el juego terminaba cuando atrapabas a todas…
Otro de nuestros juegos
preferidos era “negritos a trabajar”, uno de nosotros escondía una correa, los
demás salíamos a buscarla, aquel que la encontraba nos seguía a los demás a
“correazos”, ay de aquel que lo alcancen, no faltaban los “majones” de dedos
que nos dábamos al buscar o esconder la correa debajo de las piedras y los
empujones que les dábamos a las puertas cuando a alguno se le ocurría estirar
la correa justo entre las rendijas de las puertas…
Jugábamos hasta de noche a veces
al lobo, a veces al “mata cholo”, había que tener un balón y dividirnos en dos
grupos, del cual elegías dos matadores, se ponían frente a frente a unos 5
metros y un jugador del equipo contrario se ponía en el centro, bueno casi al
otro extremo del matador y la pelota venía con tal fuerza que tenías que ser
bien esquivo para que no te maten, el Néstor daba tales brincos que era difícil
matarlo, los más chiquitos teníamos ventajas porque muchas veces la pelota
pasaba “zumbando por tu cabeza”, hasta que te agotaba el hecho de correr de una
extremo al otro… ya cansados nos sentábamos e la vereda de la casa de la
Jessica, y la Regina empezaba con sus historias de duendes y demás historias de
terror, hasta que la Juana daba tal grito que todos salíamos corriendo
derechito a nuestras casas…
Cuando vivía en el jirón Alva
cambie de amigos, ahora era Cochelo, Pela, la Mari Ortiz, la Nina, la Sandra,
Maico, y muchos más… nos reuníamos en la esquina de la Sra Peto o en la casa
del “finado” Dávila… tambien estaba Ronald y Edin, el Gabi, Pepe Lucho, el
Gordo, a veces nos íbamos a la casa de Ronald porque tenía unos carros a
batería que a todos nos llamaba la atención y corrían solitos sin necesidad de
amarrarles una “pita” y cuando nos cansábamos de jugar con esos carros subíamos
a la loma a jugar “al joven”, escondidos entre los árboles o correteando hasta
llegara a los “muebles” que estaban tras del pozo, eran tres bloques de piedra
grandes parecían labrados y tenían forma de asiento, por eso les llamábamos los
muebles y había un bloque de piedra de forma cuadrada al que le llamábamos el
televisor y otra de menor tamaño y más plana que tenía hasta 8 orificios
labrados y que le llamábamos la “cocinita”….
El tiempo pasaba y los churres
crecían, ya no eran “los churres” sino que cuando uno llegaba a la esquina otro
te preguntaba: ¿Y los muchachos? y uno a uno iba llegando hasta estar toda la
cuadra completa y otra vez a jugar, no recuerdo quien era el encargado de
guardar los “tarros de leche” para jugar al “kivi”, no recuerdo si los
guardaban en el “postigo” de la Mari Ortiz o en casa de Cochelo, la cosa es que
alguien se encargaba de guardar el saco lleno de latas con los cuales se armaba
una pirámide de latas, dependiendo el número de jugadores, como éramos
“hartos”, se hacía una pirámide grande, nos dividíamos en dos grupos, el grupo
de turno se distribuía de tal forma que ocupaban casi toda el frontis donde se
ubicaba la pirámide y los del otro grupo se ubicaban detrás de cada uno para
“recoger bola”. Antes de iniciar el juego uno del equipo de turno lanzaba la
bola a la pirámide y tenía que tumbarla , se permitían solo tres veces, si no
lo hacía en las tres veces perdía y tocaba al otro grupo y si lo hacía a la
primera el juego “se ponía bueno”, al tumbar las latas todos los del equipo de
turno corríamos a recoger las latas y corríamos a nuestros lugares el “matador”
del otro grupo se colocaba entonces detrás de donde se ubicaba la pirámide y te
lanzaba la bola para “matarte”, mientras tanto los demás corrían a armar
nuevamente la pirámide y los recoge bolas tenían que ser listos y alcanzar la
bola al matador y pobre de ti que te atrapen armando la pirámide, te caía tal
"pelotazo" en la espalda, pues estabas agachado de los más
entretenido armando la pirámide, que ni sentías cuando el recoge bolas le
lanzaba la pelota al matador, así que había que ser más ágiles que los recoge
bolas…. Eran tanto el alboroto que las mamás después de cocinar salían a las
veredas o a sus puertas a reírse de los pelotazos que nos daban… aunque no
faltaba una que renegaba y nos gritaba por la “bulla” que hacíamos…. ni que
hablar del juego de la “lata lata”, nunca me gustó que me tocara ir en busca de
la “bendita” lata, al menos cuando era uno de los más “grandes” el que la
lanzaba; más aún cuando la tiraban cerca de la casa vieja que tenía un gran
agujero en la pared y de donde salían bandadas de murciélagos, solo nos
atrevíamos a entrar en ella por las mañanas…
Al otro día tocaba jugar al “bola
en nada”, igual nos dividíamos en dos grupos todos quería estar en el equipo de
la Mari Ortiz o de Maico, por que daban tales “matazos” que la bola iba a dar
allá por la casa de Don Marcial y tenías tiempo para recorrerte los cinco
“queches” reglamentarios….y el juego consistía en que una vez determinados los
grupos y luego de que la moneda diga a quien le tocaba “correr” el equipo de
turno se organizaba y distribuía turnos, a “Pepe” le toca primero, a “Cochelo”
después, a la Sabina, a Paquito y así uno por uno , se escogían cuatro postes
que estén en la misma dirección dos en cada acera y el centro una piedra
indicaba el quinto “queche”, nos ubicamos casi a la altura de mi tía Amanda el
otro equipo se distribuía de tal manera de no dejar pasarla bola, si en el
equipo de turno estaba Maico, había que ponerse más o menos a altura de la casa
de Don Huamaní, y si mi tia Amanda se molestaba, nos veníamos a la esquina y
ahí sí que habia que ponerse casi por la casa de la “Eva” y bueno empezaba el
juego el primero gritaba “¡Bola en nada!” y corría al primer queche, luego el
segundo tirador: “¡Bola en primera!” y corría al primer queche, mientras el
primer jugador corría al segundo y si te dada tiempo corrías la tercero y así
sucesivamente hasta regresar al quinto, muchas veces me “mataban” antes de
llegar al tercero… pero los demás nos salvarían…la idea era que los demás no
dejaban que llegues a los queches y te lanzaban la pelota antes de que toques
el poste, no se permitía que tres jugadores estén en un poste a la misma vez,
así que si esto pasaba, uno de los dos que ya estaban en el poste tenía que ser
más listo que el matador o simplemente “sacrificarse”, y como siempre no
faltaban los tramposos que pedían “pití” y al menor descuido hacían trampa y al
menor descuido ya estaban en el otro poste… y así se pasaba la tarde, jugando
entre pelotas y latas, entre risas y gritos entre miradas alegres y caras
molestas, los muchachos crecíamos, el colegio llegaba y se iba; venían los
carnavales y salíamos en “manada”, con la cara pintada con tinta de mimeógrafo
que el “Gordo” sacó del patio de la CREDICOOP y corrimos por toda la Cajamarca
hasta llegar a la plaza Grau… pero esa es otra historia…