- agosto 29, 2017
- MORROPON
HOMENAJE
Hidelbrando Jiménez Saavedra*
El sonido de un silbato y un
indiscutible ¡FORMEN! del auxiliar marcó de pronto el cambio, tanto tiempo
esperado.
Sentir la membrecía del “Miguel
Grau” era cosa seria. Primer año y primera promoción (1974) en comenzar en el
nuevo local “el de Aguas Muertas” le ponía la nota expectante de un modo
particular, sobre todo para alguien que, como yo, llegaba de otras costumbres y
de una escuela de la sierra, a la que tuve que concurrir por trabajo de mi
madre.
La oportunidad de experimentar
las anécdotas, exigencias, amistades, etc. que significaba el ingreso al
colegio y que escuché desde que tuve uso de razón, le imprimía emoción a los
primeros momentos de esa etapa de recuerdos permanentes e imborrables que
imprimen los primeros cimientos del proyecto de vida a realizar.
El peso de no defraudar un
“SUPÉRATE SIEMPRE”, lema del Colegio, propuesto nada menos que por alguien muy
cercano y excelencia en su promoción, convertía mi estancia en el “Miguel Grau”
en todo un reto. Un abrazo virtual hermana ANA AURORA JIMENEZ SAAVEDRA.
Simultáneamente, sucedió que mi
cambio de ubicación generó otro. La “maestra Teolinda” como la llamaron, hasta
con cierta reverencia, durante casi treinta años que ejerció como Directora y
profesora en la escuela primaria de un distrito piurano (Santa Catalina de
Mossa – Paltashaco - Morropón), se convirtió en la “señorita Teolinda”, como
acostumbraban a llamar a las profesoras en los colegios de Morropón. Este
cambió resucitó otro que ya parecía extinguido y hasta vedado con las “nuevas
corrientes” reformadoras de la educación: el famoso “san martín” de tres lenguas.
No fue fácil, pero el carácter de la “señorita” tampoco. Su corta estatura no
le impidió imponerse ante alumnos que, aun cursando primaria, ya le llevaban
varios centímetros de distancia. De inmediato su fama se esparció, cómo no
suceder ello en Morropón. Uno de sus alumnos de este último periodo, a quien
permanentemente recuerda, se convirtió en todo un personaje público: profesor
del Miguel Grau, escritor luego Regidor, me refiero a “Kiko Sánchez”.
Otros se encuentran destacando en
otras áreas.
Una inquietud quedó siempre
pendiente. Mucho antes de que la mujer alcanzara su derecho al sufragio y en
tanto se producía la brega por la conquista de sus derechos, la “señorita
Teolinda” ya trabajaba como Directora y profesora, posiblemente en los lugares
más profundos del Perú profundo.
Los “Macondo” del “Gabo”,
parecían reflejarse en cada historia vivida y contada por ella en los lugares
en donde se inició en lo que fuera su razón de vida: la docencia. Historias
dignas del mejor relato del más prominente escritor. En alguna oportunidad me
pareció una copia, la “Crónica de una muerte anunciada” u otras del mismo
corte, que de modo más “emocionante” tuve la oportunidad de escucharle. Por
ejemplo, la costumbre y convicción en los lugareños de no considerar fiesta si
en ella no surgía algún occiso, de curar los agravios de la misma forma, etc.
Todo esto no cambió la convicción de continuar en su propio combate. Pero aún
le faltaba el más importante, el que libró con su esposo, mi padre.
Vayan a escuchar Uds. la
“cuadrada” que le propinó a quien le llevaba decímetros de altura, el político,
Alcalde del Distrito y otros atributos adicionales, por no compartir el
progreso educativo de sus hijos. La inquietud que les menciono se refería a esa
fortaleza. Mientras se “luchaba” por los derechos de la mujer desde algún
escritorio y escribían desde el más acomodado lugar, la “señorita Teolinda” los
hacía efectivos y sin mayor doctrina, como decimos los abogados. Y como ella
muchas más, debo reconocerlo, por haberlas conocido. Gracias, madre, FLORA
TEOLINDA SAAVEDRA ARIAS, por esas magníficas lecciones de vida. Ahora,
cumplidos tus 90 (07.11.2009) años entiendo que éste homenaje será la mejor
forma de festejártelos.
Pero bueno, regresemos a lo del
“Miguel Grau”. La época no parecía propicia a la educación. La ausencia de
recursos en la que desarrollamos los cinco años hace que ahora vea al colegio
como una “mansión”. Qué bueno que sea así y que lo estén aprovechando al
máximo. Pero… quién necesitaba de comodidades: sentarse de vez en cuando en
algún ladrillo por falta de carpeta o soportar el piso de tierra, hacer salto
alto cruzando una caña y caer en arena, correr en una pista que te podía llevar
a cualquier sitio, utilizar como bala una piedra, como jabalina un carrizo,
completar un arco con una buena piedra, terminar un partido de fútbol con una
pelota casi cuadrada, un prolegómeno del partido de la vida que cada uno debe
jugarse lanzando aquellos “dados eternos”, y un larguísimo etc. todo ello se
compensaba con creces al contar con vecinos que ahora, y ya en nuestra época,
son merecidamente mostrados como una leyenda y dignos de imitar.
Mi homenaje a todos ellos y a los
que aún no aparecen mencionados (ya habrá oportunidad de escribirlo).Y con esas
contrariedades escuchamos en una de las clases: debemos empezar las actividades
para vuestra fiesta de promoción. Toda una etapa, posiblemente una de las
mejores, llegaba a su fin. Ricardo Palma ganó como nombre de la promoción
1974-1978.
La fiesta y la nostalgia de todo
lo vivido no hicieron esperar las obligadas lágrimas y promesas del permanente
reencuentro, que, por cierto, hasta ahora no se realiza.
Todos profesionales, de alguna u
otra forma, nos debemos a ese gran colegio, SIEMPRE GRANDE, en nuestra época
C.E ALMIRANTE MIGUEL GRAU, para quien expreso mi permanente gratitud y
reconocimiento.
* Hidelbrando Jiménez Saavedra
Morropano, ex alumno C.E
Almirante Miguel Grau